21.2.10

Lunas de Saturno

KAHINA
Caminaba al borde de esa inmensa masa de agua artificial. A oscuras no se siente nada, sólo miedo. Me senté a esperar que terminará ese gran jolgorio que todos vivían. A pesar de todo, me sentía feliz por ellos, solo que yo prefería el silencio. Mis manos tocaron el agua y se tensaron. No por el frió, no. Alguien se acercaba lentamente, como si no quisiera que me diera cuenta. Antes de que logrará pararme, me empujó a la piscina.


KAAREMAH
Finalmente había conseguido una cita con el chico más guapo del colegio. Mientras se ponía el vestido que se había comprado en la tarde, una opresión en el pecho no la dejaba respirar, como si se estuviera ahogando. Se agarró desesperadamente el cuello, como si con eso pudiera conseguir aspirar un poco de aire. Perdió el equilibrio, chocó contra el espejo. Mientras este se hacía añicos, pequeñas astillas se incrustaban en su impecable vestido blanco, ahora teñido de rojo.


KAHINA
Agitaba los brazos desesperadamente para no ahogarse. Trataba, pero su esfuerzo fue inútil. Gritó muy fuerte, tragó agua, siguió pataleando todo lo que pudo, pero se dejó vencer.
Su frágil cuerpo descendía lentamente hasta el fondo de la piscina.
Sintió algo cálido sobre sus labios. Abrió los ojos y los primero que hizo fue escupir todo el agua que había tragado.
Había mucha gente a su alrededor, gente que susurraba bajito y gente que preguntaba a gritos como estaba. Pero de toda esas personas, solo hubo una que le llamó la atención: Ghalib estaba al fondo, con ojos curiosos, mirándola preocupado. Extrañamente fue a ver como estaba, pero luego se alejó, tomado de la mano de Kayra.
Hadar me tomó en su brazos y me llevó a mi habitación.


KAAREMAH
En un cuarto de paredes blancas se encontraba ella, con un respirador y con vendas en el brazo derecho. Hanbal estaba en la cama aledaña, dormido. En la mesita de alado habían flores rojas. El reloj dió las 5:00 de la madrugada.