sus lágrimas caen
golpeando el suelo,
inundando el suelo;
pero nadie la escucha.
La niña gime,
sonidos sordos,
gime y no se rinde;
pero nadie la escucha.
La niña, desprotegida y sola,
se tapa la vergüenza con sus manos,
se cubre la cara con sus cabellos,
pero no lo logra.
La niña tiene rabia,
y él, se ríe y se ríe,
ella vuelve a llorar.
Se para y, sigilosamente
se encierra en ella.
Sobre ella caen cientos,
miles, millones de lágrimas saladas y frías,
y, ¿la niña llora?
no lo sé, no es algo que pueda yo afirmar.
Una gota de sangre se desliza sobre su pierna blanca,
que junto con sus lágrimas
forman un hilo delgado,
ya invisible ahora:
sí, la niña llora, llora desconsoladamente.